Situación real:
En el año 2010/2011 mis padres invirtieron en preferentes. Su banco les contó lo que eran, y entre sus explicaciones les dijo que sería una inversión de poco riesgo y alto interés, y que el dinero invertido lo tendrían siempre a su alcance, por si en cualquier momento querían retirarlo.
Esto no fue así, y al igual que a muchas otras personas que habían invertido, el banco estafó a mis padres, ya que ese dinero no se podía recuperar y no daba ningún interés, por lo que era dinero perdido. Afortunadamente, mis padres no llegaron a invertir una gran cantidad de dinero.
En 2012 fue cuando se enteraron de que el banco les estaba estafando, pero decidieron no poner una denuncia porque en ese momento no estaba claro que los jueces admitieran esa demanda. Finalmente, este año fueron a un bufete de abogados especializado en asuntos financieros y pusieron una denuncia individual.
Aún están a la espera de un juicio.
Situación ficticia:
La construcción
Los rayos del sol en la cara, el canto de los pájaros como único ruido, un cóctel en la mano, el móvil desconectado y una cómoda hamaca. Así de bien sientan unas vacaciones en una playa paradisiaca. La realidad para Roberto, para su desgracia, era bien distinta. Le daba el sol, sí, y oía pájaros, también, aunque su sonido estaba tapado por el incesante ruido de las máquinas de construcción de la obra en la que trabajaban él y dos antiguos compañeros suyos de la Universidad. Hacía tres años que se habían graduado Telecomunicaciones, dispuestos a comerse el mundo y a buscar un buen trabajo con el que ir satisfechos de sus logros a trabajar. Pero ellos, como muchos otros, sólo habían conseguido un contrato temporal en un empleo no muy bien remunerado. De hecho, hacía apenas un año que se independizaron, consiguieron un préstamo del banco, y estaban los tres viviendo en un pequeño apartamento a las afueras de la ciudad e hipotecados hasta la garganta.
Wikimedia Commons |
El empleado de banca, Juan, les contó con una sonrisa de oreja a oreja que no lamentarían nada haber invertido en preferentes, y que en poco tiempo verían grandes resultados. Finalmente, los tres compañeros metieron la mitad de sus ahorros en las preferentes.
Fueron pasando los meses. No veían ningún resultado. Pasó un año, nada, y el empleado de banca, con su gran y perfecta sonrisa, les dijo que no debían preocuparse de nada, ya que esos asuntos solían tardar como mucho uno o dos años. Siguieron pasando los meses, y los tres compañeros estaban en paro. El único sueldo que recibían era el de la novia de uno de ellos, que se había mudado. Un único sueldo, y una persona más a gastar.
Tras dos años, los tres compañeros, junto a otros ciudadanos, fueron furiosos al banco a reclamar ese dinero que les habían prometido que aumentaría o que, por lo menos, no perderían. El banco siguió insistiendo en que pronto verían los resultados. Los tres compañeros, junto a otros muchos clientes, decidieron contratar un abogado y poner una demanda al banco.
El tiempo continuaba pasando, y el asunto de las preferentes llegaba a todos los medios de comunicación, estando presente cada día en ellos. Mientras tanto, los bufetes de abogados incrementaban su trabajo y aprovechaban para anunciarse en los medios.
Al año siguiente la situación mejoró. Los tres compañeros pasaron muchos días en los juzgados. Tras el juicio, consiguieron recuperar parte del dinero invertido. No recuperaron todo, pero ese tiempo que habían pasado luchando por recuperar lo que habían invertido les hizo coger una fuerza de voluntad que les ayudaría posteriormente a perseguir y alcanzar otras metas en la vida.
Elisa Romero Sánchez
Curso: 1ºBachillerato P
IES Santa Teresa de Jesús
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