lunes, 18 de mayo de 2015

Dificultad: situación real.



SITUACIÓN REAL: Situación a desarrollar: un hombre ha pedido prestado dinero a un prestamista local. Tras llegar la crisis, el hombre vio cómo su negocio perdía progresivamente clientes, hasta llegar al borde de la quiebra. Ahora se enfrenta a la obligación de este préstamo y sus intereses por parte del acreedor, que no le perdona ni un plazo del mismo.

ATADO
-¡No, por favor! ¡Deteneos, por favor!
-Los sollozos no sirven de nada, Somoza. O pagas a Hesh, o volvemos mañana.
Los tres gorilas salieron tranquilamente del establecimiento, dejando al sastre postrado de rodillas entre lágrimas. Los alfileres, tirados por el suelo en una posición azarosa sobre muchas de las viejas telas a las que la caída había quitado el polvo. Incluso había alguna que otra tijera clavada en las múltiples cajas que albergaban hilos y más agujas.
Se levantó, poco a poco. Meditando cuál iba a ser su siguiente paso. Llamar a la policía, quizás. Pero no. No necesitaba eso. El judío era capaz de enviar a sus matones a por su ex-mujer, y, aunque separado de ella, no quería eso.
Quién le mandaría meterse en ese lío con aquel maldito narigudo. Quizás esos vientos buenos que soplaban hacía ya bastante, silbando en sus orejas promesas de mejores tiempos, mejores que los que ya estaba viviendo, con gente entrando y saliendo de su sastrería, encargando trajes, faldas, camisas, y cualquier otra cosa que les fuera necesaria.
Solo era un pequeño crédito. El judío era un antiguo conocido suyo, siempre dispuesto a ofrecer dinero para cualquier contratiempo, como él decía. Nunca aceptó, hasta que una noche, después de consultarlo con la almohada y con Gina, decidió pedirle una pequeña cantidad. 20.000 $. No tardaré mucho en devolverlo, en cuanto abra la otra tienda y obtenga ganancias, tendrás tu dinero sobre la mesa; pero no te preocupes, tarda lo que tengas que tardar, yo no tengo prisa en tenerlo de vuelta, dijo él. Claro que no. Con semejantes intereses…
Todo fue bien al principio. Al principio de la crisis incluso. Desaceleración, no crisis, decía el ejecutivo. Daba igual, había gente en sus dos tiendas. Qué más daba.
Después ya no hubo gente en la segunda. Tuvo que cerrarla, aunque ya casi había devuelto todo el préstamo. Solo restaban los intereses. No te preocupes, dijo de nuevo, es comprensible, baches hay en todos lados.
Tras poco tiempo, tuvo que despedir a sus dos ayudantes de la primera tienda y prescindir del sueldo de su mujer, a quien pagaba por esas horas de ayuda en la trastienda. La gente dejaba de entrar con tanta afluencia en su tienda, y la caja registradora no inundaba con su sonido metálico la tienda más.
Llegó el divorcio. El acoso constante de su acreedor, que le instaba a pagar sus deudas, que solo se componían de intereses ahora.
Y ahora esto. Y un día de plazo. ¿Qué iba a hacer? No tenía el dinero.
Él solo quería ser conocido. Dos tiendecitas. Nada más.

A la mañana siguiente, el judío entró en la tienda. Un traje blanco y un bastón con empuñadura dorada. El sombrero se le descolocó cuando vio el cuerpo de su deudor colgando del techo.
Debajo, en un trozo de papel sucio, escrito, "y los sueños al final, no sirven más que para acabar jodido".
El judío supuso que ya no habia manera de decirle que le perdonaba parte de los intereses de la deuda.


                 ERICK FERNANDO MACÍAS COBOS
                 CURSO: 1º N bachillerato
                 IES Santa Teresa de Jesús

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